Es una realidad que las personas solemos evaluar la vida emocional en término de éxito o fracaso; aunque no siempre como aprendizaje y proyección a futuro. Este cambio, sutil y profundo a la vez, permite reconducir esa energía aparentemente “negativa”, hacia algo constructivo.

Al hacer un plan de metas -y son millones los que lo hacen a fin de año- es posible que no se tenga en cuenta el factor esencial para alcanzarlas: deben ser realistas, medibles, tangibles y ponerles una fecha. Si falta alguna de estas “patas de la mesa”, es altamente probable que se dificulta alcanzarlas.

👇 Para que lo puedas comprender mejor, aquí tienes este gráfico del método SMART para tus metas y objetivos:

A su vez, es importante distinguir un sueño de una meta:

🤔 El sueño está relacionado con un impulso interno, un deseo, algo onírico y poco tangible.

🎯 Entonces, hace falta convertirlo en una meta. Para llevarlo a la realidad hay que ponerle una fecha de vencimiento y un plan de acción basado en mini-metas consecutivas, totalmente concretas.

Por eso es que muchas personas viven soñando, y sólo un pequeño porcentaje se atreve a asumir la responsabilidad personal (que es indelegable) que implica el llevar adelante una meta, por pequeña que sea.

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La frustración por lo no cumplido

Es natural afrontar la frustración frente a sentir que se ha fracasado al no haber alcanzado una meta. La verdad, aunque duela, es que si esa meta hubiese sido lo suficientemente importante, la persona habría hecho mucho más para alcanzarla. Es así de sencillo: logramos aquello a lo que le damos relevancia; todo lo demás, son expresiones de deseo.

Al no cumplir lo que se quiso lograr, por el motivo que sea, suele aparece el rol de víctima de las circunstancias -entorno, familia, país, dinero y recursos de cualquier tipo-, cuando es bien sabido que el que quiere, puede.

Hay millones de ejemplos que nos enseñan que se puede ir más allá de la limitación que impide avanzar para conquistar una meta que realmente se siente, se vive y se diseña desde el corazón y se proyecta en el tiempo: por eso se las logra.

  • ¿Qué hacer frente a la sensación de fracaso?

Cuando una persona siente la sensación del fracaso hablándole al oído por metas no cumplidas, hay varias cosas que se pueden explorar y activar:

a) Preguntarse seriamente qué tan importante era el compromiso de la persona con SU meta.

b) Analizar los motivos por los que no la logró: y aquí aparece el rol de protagonista de la vida, que se necesita; versus el de víctima de las circunstancias. La víctima justifica su inacción, la persona responsable se hace cargo y toma una actitud proactiva.

c) Observar el propio perfil de persistencia, perseverancia, integridad y compromiso total con la meta. Es posible que muchas personas hayan hecho “algo” … aunque ese “algo” no es el 100% de compromiso que se necesita para obtener resultados.

d) Reconocer las creencias limitantes que impidieron lograrlo: por ejemplo, “no sé cómo hacerlo”, “es muy difícil”, “quise tomarme un descanso…”, “no tengo dinero”, “el país no ayuda”, y tantas otras elaboraciones que son -en esencia- puras justificaciones. Como observas, el foco está puesto generalmente afuera y no en tomar acción para aprender algo nuevo, o encontrar formas de financiarse, por ejemplo.

e) Si la meta aún es importante, se puede re-pactar con uno (y con todos los involucrados) para volver a ponerla en acción de un modo consistente, realista y concreto en el periodo siguiente. Es necesario medir el resultado permanentemente, y corregir los desvíos que pudiesen producirse.