La vejez es una etapa que para muchos no es nada fácil. Los achaques, las enfermedades, los dolores, y otras preocupaciones se van acumulando y muchos terminan por no disfrutar tanto de sus vidas. ¡Pero debería ser al revés! El paso del tiempo debería recordarte que vivas cada día con plenitud y alegría, y no como una maldición.

La idea de permanecer joven por siempre está mal interpretada, especialmente entre las mujeres. Aunque suene repetido, la juventud está dentro de nosotros mismos.

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El paso del tiempo en realidad debería ser percibido como una forma de adquirir la madurez necesaria para enfrentar el mundo que nos rodea. La sabiduría, la experiencia y las relaciones vividas te permiten diferenciar lo bueno de lo malo y debería ser llevado por todos con orgullo.

La llegada de los 28 o los 30 es una gran oportunidad de reinvención. Por lo general, la vida ya está lo suficientemente alimentada como para vivir activamente, y aprovechar todo lo aprendido.

Nos volvemos más maduros con nuestras amistades y las relaciones amorosas suelen ser más intensas en todos los sentidos. Los 30 son un periodo muy activo en el que deberíamos explotar nuestras ideas, realizar nuestros sueños, vivir historias para contar, viajar o, aunque parezca muy difícil, empezar un trabajo propio en el campo en el que te especializas.

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Debemos negarnos a desperdiciar la vida lamentándonos y preocupándonos por la llegada de un cierto número que, para verlo de otra manera, se queda pequeño al número de sueños y razones que tenemos para seguir adelante.

Las cosas que pasan entre cada cumpleaños nos definen y dicen mucho sobre lo que seremos mañana y lo que soñamos ser.

Nuestra edad no nos define, es solo un número y debemos tratarlo como tal. Nuestras experiencias y actitudes, en cambio, lo son todo.