Con una longitud de 290 kilómetros, el río Whanganui (también llamado Wanganui) es el tercer curso de agua más largo de Nueva Zelanda. Recorre la región de Manawatu-Wanganui en el sur de la Isla, naciendo a una altitud de 600 metros en el norte de la región. La tierra que lo rodea es remota y escarpada, sobrevolada por abundantes aves autóctonas.

El recorrido de este místico río comprende el Parque Nacional Tongariro, fluye hacia el mar de Tasmania y atraviesa bosques bajos silvestres. El Parque Nacional de Whanganui, donde corre al sur, lleva su nombre al haber sido creado con el fin de protegerlo. 

 Al ser el curso de agua navegable más largo de Nueva Zelanda, las embarcaciones fluviales históricamente lo han navegado, modificando su ecosistema. Además, ha sido parte trascendental de la vida de los pueblos originarios, pero lamentablemente ha sufrido el influjo colonizador de la misma forma que las comunidades nativas.

Frente a esta situación y a partir de un esfuerzo ecológico de los pueblos originarios de la región, autoridades de Nueva Zelanda otorgaron al río Whanganui la dimensión de persona legal al igual que una compañía o empresa. Esta resolución implica un avance respecto de los derechos de la naturaleza, ya que legalizará sus derechos e intereses. De esta forma, podrá gozar de las garantías constitucionales con las que cuenta cualquier ciudadano neozelandés.

La decisión es el resultado de una larga batalla legal impulsada por la comunidad originaria de los Whanganui iwi, quienes tienen una estrecha relación con este río. En este sentido, la resolución reconoce el estatus del río como un todo integral viviente o “Te Awa Tupua”, en el dialecto de esta comunidad. 

La resolución lograda no solo es importante en cuanto a la preservación ecológica sino que implica, a nivel cultural, un paso hacia adelante al reconocer la comprensión de la naturaleza como una entidad viva; cosmovisión que data de tiempos muy antiguos y que se vincula directamente con los pueblos que habitaron originariamente la región.

Desde esta concepción, la tierra es la fuente de vida, por ello se la comprende como una madre multidimensional. En este sentido, los ríos supieron ser considerados dioses. 

Bolivia ha sido, por su parte, el primer país en otorgar derechos legales completos a la naturaleza a través de la llamada "Ley de la Madre Tierra", con el propósito de impedir la explotación de sus bosques.

Desde ahora, Nueva Zelanda también seguirá este paso latinoamericano, alejándose de la concepción de la naturaleza como un recurso económico, para volver a entenderla no como el trasfondo que rodea nuestra vida, sino como el escenario principal indisociable de nosotros y nuestro futuro.