En una época dominada por lo instantáneo, la rapidez y la información, nuestras responsabilidades aumentan, y también nuestra ansiedad por resolverlas. Pero muchas veces llega el final del día y nos sentimos agotados, y con la sensación de que aún así no hemos hecho lo suficiente.

Cuando el estrés y la ansiedad por cumplir con todas nuestras responsabilidades toman el control de nuestra vida, es que sentimos que estamos siempre un paso atrás de las cosas; que no podemos manejar lo que nos sucede. Este sentimiento es tan común en gerentes de grandes empresas como en madres de familia, estudiantes o emprendedores, y les genera a todos la misma sensación de desesperanza.

Trabajar y relajarse

La buena noticia es que a otros también les ha pasado, y si lograron superarlo no fue por arte de magia. Por el contrario, aprendieron a tomar las riendas de su vida. Cuando ves a esas personas a las que parece irles maravilloso, y no entiendes cómo hacen, no pienses que es porque son diferentes a ti. Posiblemente, es que han aprendido algunos de estos hábitos:

1. Organizar el día de manera eficiente

A veces tendemos a organizar el día empezando por las tareas que disfrutamos hacer, y dejando lo más complicado para el final. Esto es un gran error: llegaremos a las tareas más difíciles cansados y sin ganas de realizarlas. Posiblemente, terminaremos postergándolas hasta que no quede más tiempo, o haciéndolas de mala manera.

Lo ideal es comenzar el día haciendo la tarea más importante. A primera mañana tenemos más energía, agilidad mental y hay menos distracciones alrededor (el teléfono aún no está sonando). La clave es no desaprovechar esas ventajas, y usarlas para acabar una tarea que sea muy importante esa jornada. Así, además, se comienza el día adelantando un objetivo importante y eso aumentará también la sensación de productividad.

Aumentar la productividad

2. Definir metas concretas

Uno de los más importantes hábitos para aumentar la productividad y reducir el estrés es definir metas concretas. A veces, cometemos el error de comenzar el día sin saber qué esperamos de él; y, contrariamente a toda lógica, lo terminamos sintiendo que no cumplimos nuestros objetivos…. ¡Aunque no teníamos ninguno!

Definir nuestras metas es lo que nos permitirá saber si estamos yendo por el camino correcto. Para ser productivo y sentir que estamos haciendo algo bueno con nuestra vida, lo principal es tener claro qué queremos hacer con ella. Tomarse un tiempo para pensar hacia dónde queremos llegar es la mejor manera de elegir el camino.

3. Planificar y preparar


Un excelente hábito para mejorar la productividad es planificar el día anterior todo lo que tenemos que hacer y, además, dejar todo preparado. A veces perdemos mucho tiempo decidiendo qué vamos a hacer.

Además, una vez decidido, nos sentamos a trabajar y nos damos cuenta que no tenemos todo lo necesario. Es un mal hábito muy común, el de empezar a trabajar sin saber si se tiene todo lo necesario, y cambiarlo hace una enorme diferencia.

eliminar distracciones del trabajo

4. Priorizar y eliminar lo que sobra

¿Sabías que el 80% de tus resultados provienen del 20% de tus esfuerzos? Esta ley, conocida como principio de Pareto, es muy utilizada entre las personas más productivas. Básicamente sostiene que, de todas las cosas que hacemos, el 20% determina la mayor parte de los resultados. Para una vida más productiva y con menos estrés, hay que detectar las tareas que corresponden a ese 20% y priorizarlas.

 Una vez seleccionado lo verdaderamente importante, mira todo lo demás. A aquellos trabajos que no puedas eliminar, dedícales menos tiempo; los que sean prescindibles… ¡Adiós! La clave para ser productivo y sentirse bien al mismo tiempo no está en hacer las cosas más rápido, sino en hacer sólo lo realmente importante. No te cargues de cosas que no son necesarias en tu vida.

5. Eliminar las distracciones

Uno de los mayores enemigos de la productividad es la falta de concentración. Pero ¿Qué es la concentración? Tim Ferris, uno de los mayores referentes en el campo de la productividad, sostiene que concentrarse no es una habilidad mágica, sino que consiste en lograr apartarse por completo de las distracciones. Es decir: si tienes un problema que resolver y no puedes concentrarte, lo mejor que puedes hacer es encerrarte en una habitación con el problema, y no salir hasta que esté resuelto. Obviamente, ¡el móvil queda afuera!

Hacer de estas técnicas verdaderos hábitos te ayudará a tener una vida más tranquila, a la vez que con mejores resultados.