En una investigación reciente, la Universidad de Virginia se propuso estudiar los efectos que tiene una ducha de agua fría sobre la salud.

El resultado fue sorprendente: el contacto con el agua fría tiene múltiples beneficios: activa el sistema nervioso, aumenta el nivel de noradrenalina en el cerebro, (lo que ayuda a mantener un estado de motivación y alerta) y funciona como un antidepresivo producto de "pequeños electroshocks" que ocurren en las células.

Sin embargo, la mayor parte de las personas recurre a los baños o duchas de agua caliente, en general en invierno. De esa manera no se tienen estos beneficios, y además suele gastarse más agua, porque los baños tibios o calientes suelen ser más prolongados. Por eso, el periodista Patrick Huguenin se propuso el desafío de ducharse con agua helada durante una semana y luego contar su experiencia en la revista Men's Health.

El periodista explicó que no solamente los estudios de la Universidad de Virginia le motivaron a intentarlo, sino que también lo hizo una vieja premisa de su abuelo: él sostenía que las duchas frías creaban una "armadura helada" que evitaban las enfermedades estacionales.

En algunas regiones del mundo ésa es una creencia cultural muy arraigada. En Rusia, por ejemplo, existe la tradición de sumergirse en un agujero en los lagos congelados en el día más frío del año, para protegerse de las enfermedades durante todo el invierno.

Éstos fueron los resultados de su ejercicio:

  • Las duchas frías por la mañana lo ayudaron a estar más activo: "No me di cuenta de lo eficiente que fue todo hasta que me encontré vestido y tomando un café solo 20 minutos después de salir de la cama. Después, con mi tiempo, comí un buen desayuno y leí las noticias".
  • Mejoró el estado y aspecto de su piel, ya que, mientras que el agua caliente reseca y daña la dermis, el frío la mejora.
  • Las duchas luego de entrenar ayudaron a Huguenin a detener el sudor post-ejercicio y volver a sentirse fresco más rápido.
  • Su concentración mejoró, al contrario de lo que él creía que iba a pasar. "No perdí mis pensamientos de ducha y los de café fueron mucho más productivos. Incluso los que tenía mientras me afeitaba o en cualquier otro momento de reflexión".

Las conclusiones de Huguenin fueron que la experiencia valió la pena, y manifestó la intención de seguir tomando duchas frías ahora que el experimento ha terminado.

En cuanto a la dificultad de tolerar el shock inicial del agua helada, el periodista explicó que, si bien los primeros 30 segundos son duros, luego te acostumbras y la ducha se vuelve agradable. Además, explicó que, aunque para nada sintió que la experiencia fuera desagradable, tampoco sentía la necesidad de pasar más tiempo en el agua, como sucede con las "atrapantes" duchas calientes. De esa manera, perdió menos tiempo al día en la ducha, y también menos litros de agua.

¿Te animas al desafío?

Si quieres llevar esta práctica al siguiente nivel, te recomendamos que leas el artículo del Método Wim Hof: Lleva tu salud a otro nivel con el "Iceman"