Nota por Carlos G. de Juan, OuiShare Connector; explorador, impulsor y co-desarrollador de modelos de vida regenerativos para la transformación colaborativa, abierta, circular y solidaria.

En septiembre de 2015, los cerca de 200 líderes mundiales que conforman el organismo internacional de Naciones Unida definieron los Objetivos de Desarrollo Sostenible para los próximos 15 años. Los ODS 2030, como se los conoce, son 17 en total y se espera que tengan un gran impacto en los países y en las personas del mundo.

15 años antes, Naciones Unidas dio comienzo a una nueva etapa de compromiso de todas las naciones pertenecientes al organismo internacional para hacer frente a los grandes desafíos derivados de un desarrollo asimétrico, marcado por una creciente escalada en las desigualdades sociales, fundamentalmente en los países empobrecidos o en vías de desarrollo.

De este modo, se establecieron una serie de objetivos, pactados para su consecución durante el periodo 2000 – 2015, denominados Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). A través de estas 8 metas, se generó una visión común sobre los grandes desafíos a escala global que compartían todos los países del mundo en el siglo XXI. Los ocho objetivos definidos fueron:

  1. Erradicar la pobreza extrema y el hambre.
  2. Lograr la enseñanza primaria universal.
  3. Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer.
  4. Reducir la mortalidad infantil.
  5. Mejorar la salud materna.
  6. Combatir el VIH-SIDA, el paludismo y otras enfermedades.
  7. Garantizar la sostenibilidad del medio ambiente.
  8. Fomentar una asociación mundial para el desarrollo.

La siguiente generación de objetivos globales

Pasada una década de la aplicación de los ODM, empezó a medirse su impacto. Fue una etapa muy importante para el aprendizaje de cómo abordar retos globales desde una perspectiva internacional. Existen diferentes lecturas sobre el éxito de estos primeros 8 objetivos aunque, sin lugar a dudas, solo se cumplieron parcialmente. La ONU publicó en el 2014 este informe en el que describía los resultados obtenidos.

En el 2012, con la celebración de la cumbre sobre el cambio climático y desarrollo sostenible de Rio+20, se produjo un punto de inflexión tras un proceso de reflexión y maduración con el que comenzó una nueva generación de los objetivos. Tres años más tarde, en 2015, se presentaban los 17 objetivos actuales para el desarrollo sostenible 2030 (ODS 2030).

La aprobación de los ODS coincidió con otro acuerdo histórico celebrado en 2015, el Acuerdo de París, aprobado en la Conferencia sobre el Cambio Climático (COP21). Con él, todos los países aceptaron unánimemente que el cambio climático por sus efectos globales y multidimensionales es el principal desafío de la humanidad para el siglo XXI y que se ha de abordar inmediatamente desde un enfoque sistémico y una estrategia baja en emisiones de carbono (post-carbono).

Los actuales ODS no solo ampliaron los objetivos globales, sino que también fueron generados en un proceso muy diferente a los anteriores. Si en la primera ocasión los objetivos se definieron a puerta cerrada con el trabajo de un grupo de expertos, los nuevos ODS nacieron en un proceso abierto y participativo que amplió la perspectiva, involucrando a los 193 países que configuran la ONU, y con la integración sin precedentes de la sociedad civil y otras partes interesadas. El nuevo modo de hacer las cosas apuntaba a formas más colaborativas para lograr un mayor grado de empoderamiento de todos los actores interesados en el cumplimiento de los objetivos comunes.

Éstos fueron:

La transformación colaborativa: coetánea de los ODS

A comienzo del siglo XXI y en paralelo a la estrategia de Naciones Unidas en la consecución de los objetivos de desarrollo, comenzó el despegue de la era digital a partir de la democratización del acceso a la internet; la red de redes donde información, conversaciones, recursos y personas podían construir desde la distancia nuevos horizontes con nuevas lógicas, reglas y herramientas en red. Así, se formaron las bases sobre las que en la siguiente década se construirían los puentes de la gran transición hacia una era de infinitas posibilidades y también de grandes incertidumbres, donde lo establecido ya no es estable.

Era cuestión de tiempo que surgiera un detonante que provocase la gran movilización del poder de las redes. Esa chispa fue la crisis global y sistémica que comenzó en 2008 a partir de la crisis financiera global. Una crisis social, ecológica y también espiritual y de valores humanos que se habían perdido en una sociedad individualizada, frágil y mercantilizada.

Así, en la segunda década del siglo XXI, surgen lo que hoy se denominan las Economías Emergentes (Economía Colaborativa, Circular, Solidaria, del Bien Común, etc.) y modelos colaborativos que suponen un punto de no retorno a las lógicas de la etapa anterior.

También cabe destacar de esta década tan acelerada en la que nos encontramos, otro gran fenómeno como los cambios de modelos energéticos hacia modelos bajos en carbono, la industria digital y la Cuarta Revolución Industrial (analógica), basada en la automatización de procesos, la robotización de muchas funciones y trabajos que hasta la actualidad desempeñaban las personas, el desarrollo del bigdata, el internet de las cosas, la inteligencia Artificial (IA), y también el desarrollo de nuevas áreas científicas como la biotecnología o bioingeniería. Todos estos elementos están funcionando en paralelo o combinándose entre si, reconfigurando la realidad actual, y cuyos impactos reales aún desconocidos, se han de tener en cuenta a corto, medio y largo plazo en la sociedad y los modelos de trabajo del siglo XXI.

A todo esto hay que añadir el impacto del cambio climático, el gran desafío de la humanidad. Sin duda el siglo XXI será un siglo decisivo para la especie humana y en general para el futuro del planeta que hoy conocemos. De todo ello depende también que el desarrollo humano (la ética y los buenos valores) vaya en paralelo al desarrollo tecnológico, sino, antes o después, todos saldremos perjudicados.

A lo largo de los últimos 5 años desde OuiShare se ha explorado desde el principio esta ola de cambios, generando espacios de conversación y conocimiento pioneros (como demuestran los contenidos de los OuiShare Fest) que hoy está influyendo directamente en la construcción del futuro que viene, el futuro que ya es ahora, la Transformación Colaborativa.

Nuevas posibilidades para los Objetivos

Este contexto actual tan dinámico y pleno de posibilidades hace inevitable que en la consecución de los ODS intervengan directamente las nuevas lógicas, modelos, conceptos, herramientas y economías emergentes que están construyendo el futuro. Ahora, lo que es un problema para las viejas lógicas se convierte en una oportunidad y desafío para las nuevas.

Cabe destacar que la perspectiva convencional de Naciones Unidas, basada en la implicación de los países-estados en la consecución de los objetivos, es una realidad que deberá de complementarse con otras escalas del orden social y nuevas realidades como las ciudades-estado o ciudades medianas con capacidades de autonomía.

Las ciudades cada vez más buscan crear red y estrategias de colaboración con otras para afrontar los desafíos comunes. De este modo, en la era digital se replica la misma lógica en red, entre personas o entre ciudades que adquieren una mayor agilidad para colaborar entre sí, a diferencia de las naciones o las corporaciones de la era industrial.

Las escalas de impacto están reduciéndose a tamaños más óptimos y funcionales. Desde la Economía Colaborativa, por ejemplo hablamos del ciudadano-productor, capaz de crear un impacto considerable a través del uso de herramientas digitales para colaborar con sus iguales en el consumo, la producción, la financiación o la generación de conocimiento tanto a nivel local como global. Abordar los ODS requerirá también una cultura en red y de colaboración entre los gobiernos, el sector público, el sector privado, la sociedad civil y la ciudadanía para asegurar un mejor planeta para las generaciones futuras.