Fernanda tiene unos ojos oscuros y profundos que dicen más que cualquier palabra. Lleva en sus manos la fortaleza de una vida que no le ha sido nada fácil y por la que, sin embargo, agradece cada día. Madre de cuatro nenas, esposa de Juan Carlos, militante social y catequista, nació en el barrio La Cava, y hoy, habiendo tenido la posibilidad de irse, sigue eligiéndolo.

“Yo siento que mis raíces están en este barrio; y no puedo dar vuelta la página cuando siento que todavía no hice lo necesario para cambiar esta realidad”, dice Fer, para quien ese cambio empezó hace siete años con algo tan simple como simbólico: abrir las puertas de su casa.

Así nació Enbarriarte, un espacio creativo de contención para niños y adolescentes en situación de riesgo, que creó junto a su marido en el patio de su casa.

La elección de ese lugar no fue casual. Para ella ése era su rincón favorito cuando era niña; etapa que a pesar de las carencias recuerda feliz: “Para mí el patio de mi casa era como mi escenario. Yo jugaba a ser Campanita, ser maestra, la mamá de muñecos que encontraba porque había un basural que para mí era un parque de diversiones”.

Pero, al crecer comenzó a ver que esa fantasía se había desvanecido: “Las familias fueron creciendo y haciendo sus pequeñas casitas dentro del patio, y el niño ha perdido su lugar de cuidado; ahora el patio es el pasillo y ahí pasa de todo”.

Por eso cuando con su marido lograron comprarse una casita y otra casilla detrás que tiraron abajo para armar su patio, Fernanda sintió que ese lugar de juego no podía ser sólo para su primera hija. Entonces decidió compartirlo.

“Enbarriarte empezó siendo un lugar donde pintar y jugar, y a medida que los chicos fueron creciendo se abrió la necesidad de sumar el apoyo escolar”. Fueron tantos los que se acercaron que tuvieron que edificar -gracias a un concurso que ganaron- y también convocar a voluntarios, que hoy ya son 10, trabajan a pulmón y para Fer son sus “ángeles”.

Gracias a esto, los chicos meriendan, preparan sus tareas, participan de talleres, y sobre todo, juegan y se encuentran con otros con los que empiezan a formar un vínculo.

“Nada es posible de transformar si no es a través de un vínculo, y ese vínculo tarda mucho en darse”, explica Fer, madre del corazón siempre dispuesta a escuchar, aconsejar, cuidar de quien enferme, o poner un límite cuando es necesario.

“Yo quiero ser la madre que no fueron conmigo”, dice con los ojos llenos de brillo al recordar la vida que le tocó. Hija del medio de nueve hermanos, no pudo hacer el secundario y comenzó a trabajar como empleada en casas de familia a los 13 años, donde logró evitar un abuso.

Quizá fue esa experiencia la que marcó un antes y después en su vida: “Yo tuve que crecer a fuerza de tragarme los llantos de extrañar a mis viejos. Fue muy difícil para mí. Y pensé: ¿qué puedo sacar de positivo de todo esto?”. Y agrega: “Le fui encontrando el lado de transformar ese dolor no en algo positivo sino en algo que yo tenía que superar. Por eso cuando estoy ante alguna situación me digo: tengo que encontrar la manera de darlo vuelta”.

En ese recorrido, se enamoró de Juan Carlos, y juntos cambiaron el rumbo de su historia con Enbarriarte. Hoy, esa historia está en la búsqueda de nuevos protagonistas:“Mi desafío es poder crecer junto a otros y reproducirlo para que otros sigan el camino”, sueña Fernanda con la ilusión de que así como ella lo hizo con su casa, las puertas sigan abriéndose para quienes la realidad se esfuerza por dejar afuera.

¿Cómo ayudar?

Podés sumarte donando tu tiempo como voluntario, colaborando con recursos para la merienda, útiles, o desde un bono contribución. También, si sos parte de una empresa y estás buscando un proyecto solidario, Enbarriarte puede serlo.

Fb: @embarriartelacava
Web: http://enbarriarte.wixsite.com/lacava 

* Nota publicada en Revista Ecomanía