AAntonio Vicente le llamaban loco. ¿A quién sino se le ocurriría comprar untrozo de tierra despejada a unos 200 km de Sao Paulo, Brasil, y empezar aplantar árboles? Hoy vive rodeado de la naturaleza que plantó hace 40 años. 

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"Cuandoempecé a plantar, la gente me decía: 'No vas a poder comer las semillas, porquela planta tarda 20 años en dar frutos", le cuenta Antonio Vicente a GibbyZobel, reportero de la BBC."Yoles decía: 'Voy a plantar estas semillas, porque alguien plantó las que estoycomiendo ahora. Así que las plantaré para que otros las coman".

Vicente,a punto de cumplir 85 años, compró su terreno en 1973, una época en la que elgobierno militar ofrecía facilidades de crédito para invertir en tecnologíaagrícola, con la intención impulsar la agricultura.

Hoy vive rodeado de la naturaleza que plantó hace 40 años

Pensando en el futuro

Criadoen una familia numerosa de campesinos, Vicente veía con preocupación cómo la expansión de los campos destruía losbosques y la flora y fauna local, y cómo la falta de árboles afectaba losrecursos hídricos.

"Cuandoyo era niño, los campesinos cortaban los árboles para crear pastizales y por elcarbón. El agua se secó y ya no regresó", le dice Vicente al reportero deBBC Outlook.

"Yopensé: el agua es valiosa, nadie fabrica agua y la población no deja decrecer. ¿Qué va a pasar? Nos quedaremos sin agua".

Los bosques sonfundamentales para la conservación del agua porque absorben y retienen agua ensus raíces
. Además, evitan que se erosionen los suelos.

Empezó a plantar, uno por uno, cada uno de los árboles que hoy forman este bosque lluvioso tropical de cerca de 50.000 árboles

Recuperar el bosque

Cuandotenía 14 años Antonio se mudó a la ciudad, donde trabajó como herrero.

Conel capital que hizo vendiendo su negocio, pudo comprar unas 30 hectáreas en unaregión de montañas bajas, cerca de San Francisco Xavier, una localidad de unos5.000 habitantes.

Enun momento "terminé viviendo bajo un árbol porque no podía pagar la renta.Me bañaba en el río y vivía bajo el árbol rodeado de zorros y ratas. Juntandomuchas hojas me hice un cama y dormía allí", le cuenta Vicente a Zobel.

"Peronunca tuve hambre. Comía sándwiches de banana de desayuno, almuerzo ycena".Trasregresar, empezó a plantar, uno por uno,cada uno de los árboles que hoy forman este bosque lluvioso tropical de cercade 50.000 árboles. Ahora vive allí, la Tierra le da lo que necesita y puede decir, felizmente, que el devolvió a la Tierra, con su trabajo, todo lo que ella le ofreció.