El Síndrome de la rana hervida toma su nombre de una hecho de la realidad. ¿Sabes qué pasa si metes a una rana en una olla con agua hirviendo? Pues, salta y sale corriendo.

Pero, ¿Sabes qué pasa si la metes en una olla con agua fría y subes la temperatura muy de a poco?

En ese caso, la rana se queda quieta. Su cuerpo se va adaptando a la nueva temperatura a medida que va llegando. Para cuando descubre que está hirviendo, ya es demasiado tarde. Ha usado todas sus fuerzas en regular la temperatura de su cuerpo. Está débil, no tiene fuerzas para saltar. Entonces, muere en esa olla con agua sin siquiera intentar escapar.

Triste, ¿No?

Pues lo más triste es que las personas, muchas veces, actuamos igual que la rana. Eso es el llamado Síndrome de la rana hervida.

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Cuando nos acostumbramos al malestar

Síndrome de la rana hervida

Piensa en la pobre rana. ¿Cuál es la verdadera causa de su muerte? ¿El agua hirviendo, o su incapacidad de darse cuenta que estaban subiendo la temperatura?

Las personas, como la rana, tenemos la capacidad de acostumbrarnos a las cosas. Incluso, a las cosas más dolorosas, a las situaciones que nos matan por dentro.

  • Por ejemplo, a las relaciones tóxicas. Si una persona se nos presenta y nos dice “hola, vengo a manipularte, ¿Me quieres?, seguramente saldremos corriendo en otra dirección. 

Pero si una persona se nos presenta como buena, cariñosa y leal y poco a poco empieza a mostrar otras actitudes, nos acostumbramos. Creemos que se pasará. Regulamos nuestra temperatura, y soportamos. Así, muchas personas incluso llegan a vivir situaciones de maltrato extremo. Pero claro: para ese momento, igual que la rana, ya no tienen fuerzas para enfrentar la situación.

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Lo mismo puede suceder en otras circunstancias. El estrés, generalmente, también se gana poco a poco.

Nos cargamos con una cosa, luego otra, luego dos más. Cuando nos damos cuenta, tenemos más compromisos de los que podemos asumir, y no sabemos cómo volver atrás. Y no tenemos fuerzas ni tiempo para hacer un cambio. Así que seguimos así, sin tiempo para pensar siquiera, presas del estrés y la ansiedad.

¿Algo de esto te suena familiar? Es el Síndrome de la rana hervida. Pero entonces… ¿No hay escapatoria posible?

No somos ranas, podemos salir a tiempo

Síndrome de la rana hervida

La rana que se hierve, responde a una ley física que no puede cambiar. ”Si la velocidad de calentamiento de la temperatura del agua es menor a 0,02 ºC/minuto, la rana se queda quieta y se muere al final de la cocción”. Es así, y no hay escapatoria posible para ella.

Pero nosotros, los humanos, tenemos intelecto y la capacidad de descubrir a tiempo que el agua se está calentando. Tenemos la capacidad de escapar antes de que el agua hierva.

Pero tenemos que estar preparados para ello. Y sobre todo, tenemos que saber identificar cuándo las cosas se están yendo de las manos. Parece fácil, pero si has entendido la metáfora de la rana, entenderás que no es tan sencillo.

Por eso, estas son algunas cosas que puedes hacer para salvarte de la cocción.

1. Escucha tu cuerpo

La mente es traicionera. Siempre encontrará excusas para justificar lo injustificable. Si ya estás dentro de la olla, y han empezado a subir la temperatura, tu mente intentará adaptarse, igual que la temperatura de la rana.

Pero si escuchas atentamente a tu cuerpo, quizá veas las señales de alarma a tiempo. Puedes tener dolores de cabeza constantes o molestias en todo el cuerpo, por ejemplo. Tal vez te empiezas a enfermar más de costumbre, o tienes inexplicables cambios de peso. Quizá estás siempre cansado, porque no tienes tiempo para dormir.

El cuerpo, cuando algo no anda bien, envía señales. Si sientes que tu cuerpo empieza a fallar, frena un minuto y escúchalo. Intenta descifrar qué te está queriendo decir. Seguramente, hay más de lo que crees en esos mensajes corporales, y tienes que darles espacio: pueden salvarte del agua hirviendo.

2. Entiende por qué te cuesta irte

Imagino que la rana dentro de la olla al principio se sentía bien. Incluso, es probable que haya disfrutado los primeros cambios de temperatura… ¡Qué confortable es esta olla calentita!

Las situaciones más dañinas siempre tienen ventajas. O al menos, nuestra mente siente que tienen ventajas. Puede ser la seguridad de lo conocido, por ejemplo.

En una relación tóxica, la persona manipuladora puede ser muy generosa.

En el caso del trabajo, puede haber una buena dotación económica a cambio de tanto estrés, y nos preocupa perderla. Incluso, aunque nos exploten, puede hacernos sentir orgullosos que nuestros jefes nos den más trabajo porque creemos que un reconocimiento de nuestra capacidad.

Siempre habrá un motivo (una excusa) que justifique que nos quedemos en la olla. Por eso, identificar lo bueno que tiene una situación es tan importante para salir de ella como identificar lo malo. Una vez que sabemos por qué nos quedamos, podemos pensar más fríamente qué necesitamos para salir.

Síndrome de la rana hervida

3. Pon límites

Una vez que has identificado todo, lo bueno y lo malo, es tiempo de empezar a tomar conciencia de que hay que frenar las cosas.

Hay dos posibilidades: apagar el fuego y dejar que el agua vuelva a enfriarse. O saltar e irte a un lugar completamente distinto.

En el caso de las personas, ambas opciones son válidas. Pero, si te quedas en la olla esperando que se apague el fuego, estamos en problemas. Por eso, es importante que pongas límites.

Primero, puedes intentar remediar la situación. Hablar con tu jefe, por ejemplo, y decirle que no puedes aceptar más trabajo del que ya tienes. Si las cosas se acomodan, bien: has enfriado el agua.

Pero, antes, debes tener una cosa segura: “si me quieren dar más trabajo igual, no lo aceptaré. Y estaré dispuesto, incluso, a perder el trabajo por ello”. Y, si se da esa situación, debes ser honesto contigo mismo y cumplir lo que te has propuesto.

En ese caso, deberás juntar las fuerzas que tienes para saltar fuera de la olla antes de que sea demasiado tarde.

4. Imagina otras maneras de vivir

Cuando estás inmerso en una situación difícil, parece imposible salir. Incluso, parece imposible que haya otras maneras de vivir.

Pero tómate un momento, y usa la visualización. Imaginate en otro lugar. Piensa en ti haciendo lo que te gusta, estando tranquilo, viviendo solo, siendo feliz.

No lo hagas como una fantasía absurda. Piénsalo realmente, imagina que ya has llegado ahí. ¿Cómo se siente? ¿Realmente crees que es imposible?

Darte cuenta de que realmente hay otras maneras de vivir puede ser la gran clave para cambiar tu vida de una vez, antes de que el agua llegue al punto de ebullición.

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¿Qué estás esperando para saltar de la olla?