El Aconcagua es una de las montañas más altas del mundo y la más alta de América. Con casi 7 mil metros de altura, forma parte de la Cordillera de los Andes y se ubica en Argentina, en la provincia de Mendoza. 

Llegar a la cima es la meta de muchos montañistas y escaladores que sueñan con llegar a la cumbre y poder disfrutar sentirse más cerca del cielo. Pero subir el Aconcagua no es un objetivo para nada sencillo. Muchas personas, aún con un entrenamiento intensivo y con buen estado de salud, no logran llegar a la cima en el primer intento. La falta de oxígeno y la exigencia física que genera la subida lo convierten en una meta para la que hay que prepararse bien, tanto física como mentalmente. 

Sin plantearse directamente la meta de llegar a la cima, Sergio Hernando, de Buenos Aires (Argentina) decidió que ésa era una experiencia que quería hacer. "El objetivo no era llegar a hacer cumbre, sino intentarlo. Ir, conocer gente, otras culturas (...) Era de esas cosas que uno dice que tiene que hacer y no sabes por qué hasta que lo logras", explica. 

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Aunque Sergio es el titular de un gimnasio y entrenador personal, nunca había subido antes a una montaña. Por eso, cuando decidió que escalaría el Aconcagua comenzó a preparase: se instruyó, se entrenó y se unió a un grupo de casi 15 personas que, coordinados por un guía, subirían también con él.

El rol del grupo en una hazaña como ésta es fundamental. Aporta el aliento, la alegría y el apoyo necesarios para seguir adelante. Por eso, haber llegado a la cima no es solo un logro individual; todos hacen su aporte para motivarse mutuamente.

No todo fue sencillo para él. A pesar de su entrenamiento, a Sergio en muchos momentos le faltó el aire. Especialmente, a 400 metros de llegar a la cima, él cuenta que estaba último en el grupo y sentía que ya no podía más. Entonces, el guía, al verlo, le dijo: "Sergio ahora tenés que llevar al grupo a la cumbre".  "Me llené de emoción y empecé a caminar y así llegué", explica. Sin duda, sus palabras fueron el aliento necesario para hacer ese esfuerzo final.

Al llegar a la cima, y encontrarse con una cruz que hay allí, en medio de un paisaje de nubes y lagos a lo lejos, dejó los deseos que sus amigos le habían escrito antes de subir.

Allí, en la cima, la dificultad tampoco termina, a pesar de la felicidad y la satisfacción de haber llegado. El oxígeno es escaso y solo puedes permanecer allí muy poco tiempo. La bajada, tampoco es sencilla para el montañista, como algunos podrían pensar. De hecho, ése fue, para Sergio, quizá el momento más difícil, ya que luego de hacer 200 metros, cayó, rodó y se lesionó un tobillo, teniendo que bajar con ese dolor.

Hoy, haber escalado no solo ha quedado en su vida como el recuerdo de una "gran" hazaña, sino sobre todo como el recuerdo de que si puedes imaginarlo, puedes hacerlo, y que sin duda, quienes te acompañen harán que tu caminar sea mucho más enriquecedor y feliz.