La forma en la que pensamos afecta la manera en la que vivimos. Problemas como el estrés y la ansiedad provienen principalmente de nuestros pensamientos.

Pero claro, cambiar la manera de pensar para sentirnos mejor no es tan fácil (si lo fuera, lo psicólogos estarían fundidos). Sin embargo, se pueden intentar algunos ejercicios para erradicar pensamientos nocivos, de esos que generan permanente angustia.

Estos tres tipos de pensamientos son comúnmente llamados pensamientos distorsionados, porque de algún modo son irracionales o ilógicos. Sin embargo, es normal que tengas tendencia a pensar de alguna de estas maneras.

Si es así, lo primero que debes hacer es darte cuenta. Después, convertirlos en otro tipo de pensamientos. Si lo logras, verás cómo te sientes mucho mejor.

Ahora bien… ¿Cuáles son esos pensamientos?

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Pensamiento del tipo “todo o nada”

pensamientos distorsionados

La vida está llena de matices, pero cuando tienes este tipo de pensamientos, sólo ves las cosas en términos de blanco o negro. Te pierdes todas las escalas en el medio, y todas las opciones posibles.

Pensar de esta manera te impide encontrar puntos intermedios, por lo que las cosas si no son perfectas, son un verdadero fiasco. Claro que esto es sumamente estresante; pues un error es prueba suficiente del completo fracaso.

Prueba, ante una situación en la que sólo ves dos caminos contrapuestos, buscar soluciones en el medio.

Cuando no te guste algo que has hecho, piensa para ti mismo: “Ok, no es lo mejor que podría hacer, pero… ¿Qué puedo sacar de positivo de esto?”.

Cuando sientas que lo has fastidiado, pregúntate: “¿Qué parte es mi responsabilidad, y qué parte es causa de factores externos a mí?

Verás que a medida que logres separarte de la idea de que las cosas son o todo o nada empiezas a sentirte más relajado.

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Pensamiento sobregeneralizado

pensamientos distorsionados

Otro pensamiento distorsionado, pero común, es el pensamiento sobregeneralizado. Consiste, básicamente, en sacar conclusiones categóricas basados en pocos casos.

Una forma fácil de distinguirlo es cuando descubres que en tu vocabulario aparecen permanentemente las palabras “siempre” y “nunca”. Pensamientos como “nunca logro lo que me propongo” o “siempre arruino las cosas” hacen que te sientas atrapado.

Es importante que, cuando descubras que estás sobregeneralizando, te pares y decidas evaluar la evidencia.

Pregúntate: ¿Qué pruebas tengo que confirmen este pensamiento? y luego: ¿Qué pruebas tengo que refuten este pensamiento?

Cuando descubras al menos una prueba en contra de tu pensamiento del estilo “siempre arruino las cosas” te darás cuenta que siempre es una distorsión, y que eres perfectamente capaz de no arruinarlo.

Pensamiento catastrófico

pensamientos distorsionados

Este pensamiento consiste en magnificar los más pequeños contratiempos y convertirlos en algo terrible.

Si descubres que estás usando palabras como “terrible”, “espantoso” u “horrible” para referirte a pequeños infortunios, seguramente tiendas a pensar catastróficamente.

Cuando piensas de esta manera, ves el futuro como una amenaza: como el lugar donde todo tipo de desastres pueden ocurrir. Entonces, es posible que temas avanzar y prefieras quedarte siempre en el mismo lugar.

Cuando te encuentre pensando en una situación como espantosa, puedes hacerte estas dos preguntas:

  • ¿Es probable que ocurra este escenario?
  • Si ocurriera… ¿Qué herramientas tengo para enfrentarme a él?

Con esto, descubrirás que las cosas no son tan terribles como te parecen. Siempre es posible enfrentarte a una situación difícil.

Otra cosa que puedes hacer es sustituir una imagen catastrófica por una más feliz.

¿Qué tal si, en lugar de pensar que tu jefe quiere hablar contigo para despedirte, piensas que quiere felicitarte?

Cuando imaginas un futuro oscuro, sólo consigues sentirte mal en el presente. En cambio, cuando conviertes estas imágenes negativas en otras positivas, te sientes tranquilo y tienes mayor capacidad para actuar.