Cuando tenemos un plato ante nuestros ojos, o cuando vamos de compras, hay cosas que se nos pasan por alto. Por lo general, no pensamos en cómo fue que esos alimentos llegaron hasta allí, pero la verdad es que han recorrido, por lo general, un camino muy largo que nos aparece como invisible. 

En el medio, hay algunos eslabones de la cadena que se nos pierden: intermediarios, procesos de conservación o de empaquetado, cosecha, extracción o transporte, entre otros.

Cada alimento tiene un impacto en el ambiente; ya sea grande o pequeño. Una parte de él puede medirse en el cálculo de la huella de carbono, de acuerdo a la cantidad de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que se emitieron en su producción, por efecto directo o indirecto de un producto. Esto no solo incluye el transporte, sino también el uso de fertilizantes, herbicidas, empaquetado, envasado, uso de maquinaria agraria, y otros factores que hacen a la cadena de producción.

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¿Cuáles son los alimentos que mayor y menor huella generan? Entérate y conoce algo más para saber qué elegir cuando vas de compras. 

Los que más daño generan

La carne: solo por poner un ejemplo, comer 1 kilogramo de cordero equivale a conducir un automóvil 145 kilómetros (39,2 kg CO2). Además del sufrimiento animal, la industria ganadera produce gases de efecto invernadero (las deyecciones de los animales emiten gas metano), deforestación, y consume una gran cantidad de agua. 

En otros casos es más grave, como el atún en lata, que genera alrededor de 6,1 kg CO2. 

Los productos lácteos: para producir un kilo de queso, por ejemplo, se producen alrededor de 13,5 kg CO2. En el caso de los huevos, por ejemplo, un kilo produce 4,8 kg CO2. La leche, por su parte, produce 351 g de CO2 por cada 100 calorías que consumes. 

Los que menor daño generan

Las frutas, las verduras frescas y las legumbres, obtenidas localmente son la mejor opción para el ambiente y la salud. Dentro de los vegetales, las patatas son de las que mayor huella de carbono tienen, produciendo por kilogramo, 2.9 kg de CO2.
Aquí tienes otros ejemplos (siempre calculados por 1 kilogramo):

  • Arroz: 2,7 kg de CO2
  • Yogurt: 2,2 kg de CO2
  • Brócoli: 2,0 kg de CO2
  • Tomates: 1,1 kg de C02
  • Lentejas: 0,9 kg de CO2 
Los que se encuentran aproximadamente en la mitad

Cereales como el pan y las pastas. Por ejemplo, el primero de ellos produce 50g de CO2 por cada 100 calorías que ingieres.   
 
En esto, igual, hay algunas salvedades que pueden modificar lo anterior, como el hecho de que los vegetales sean procesados o que la carne sea importada y desde dónde y cómo sea transportada; en cuyos casos el daño podría ser aún más grave. Por ejemplo, los vegetales enlatados producen 787 g de CO2 por cada 100 calorías. 

Si quieres ser aún más específico aquí puedes encontrar una calculadora española de la huella de carbono de tu lista de alimentos. Solo tienes que coger el ticket de la compra e ir apuntando los kilos de cada producto.

¿Entonces? 

Una dieta responsable no solo es aquella que se fija en los nutrientes, sino también la que, sin descuidarlos, incluye productos frescos, con poco o ningún packaging, sin o con escaso procesamiento, de origen local, y en lo posible orgánico

Solo cambiando algunos hábitos de nuestra alimentación podremos ayudar a reducir las emisiones de dióxido de carbono relacionadas con lo que comemos. 

Por ejemplo, los productos animales precisan más tierra, agua y energía para ser producidos, en comparación con los cereales, las legumbres y los vegetales (para producir una caloría de carne se consume 9 veces más energía y un 33 % más de combustibles fósiles en relación con una caloría de origen vegetal).

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De la misma forma, estarás ayudando al planeta (y a la economía de tu región) si compras directamente a productores locales, evitando el transporte y los intermediarios. Los productos frescos, no procesados y de temporada también reducen la huella de carbono. De hecho, puedes crear tu propio huerto urbano para obtener alimentos con una huella mínima de carbono. Además, si las plantas han crecido naturalmente se adaptarán con mayor facilidad a las condiciones específicas de ese lugar y por ende no precisarán tantos recursos extra (como los fertilizantes).